martes, 1 de julio de 2008

Cuatro poemas inspirados en Cristo

Algunos poetas chilenos se han inspirado en la figura de Jesucristo. Aquí cuatro acercamientos personales a tan atractivo tema :



Eduardo Anguita: "Única Razón de la Pasión de N.S.J.C."





Arlequín: Nuestro Señor Jesucristo padeció únicamente por Jenaro Medina
Nuestro Señor Jesucristo subió al calvario por la señora Hortensia
Nuestro Señor Jesucristo murió exclusivamente por el Chipo Cruz
Nuestro Señor Jesucristo - Eli Eli lama sabajtani- por Alemparte
Por Gaete por los hijos de Weir Scott
Por mí y por todos los chilenos todos los uruguayos los suramericanos los norteamericanos los ingleses los franceses los alemanes los españoles los italianos los rusos los ciegos los gordos los sabios los egipcios los atletas los caldeos los militares los iranios los liberales los lisboetas los utopistas los explotados los condenados de la tierra los explotadores los esclavos sin pan los mormones los vendedores los productores los consumidores los suizos los músicos los gobernantes los sordos, ay
Sus llagas se hicieron por todos ellos por todos nosotros
Y todos cabemos en ellas y todos somos redimidos
Pero Jenaro Medina solo
O yo solo
O la simple señora Hortensia
Es la causa de toda la Pasión y la Muerte de Nuestro Señor Jesucristo
Coro: Nuestro Señor Jesucristo subió al Calvario por el Chico Molina
Murió exclusivamente por la señora Hortensia
Por los caldeos por los intermediarios los soberbios los jordanos los Meneses los ejecutivos
Arlequín: No sigamos nombrando por qué única creatura padeció y murió
Nuestro Señor Jesucristo
Todos saben que fue por mí solamente por mí
Totalmente por mí.



Miguel Arteche: "Gólgota"

Cristo, cerviz de noche: tu cabeza
al viernes otra vez, de nuevo al muerto
que volverás a ser, cordero abierto,
donde la eternidad del clavo empieza.

Ojos que al estertor de la tristeza
se van, ya se nos van. ¿Hasta qué puerto?
Toda la sed del mundo te ha cubierto,
y de abandono toda tu pobreza.

No sé cómo llamarte ni qué nombre
te voy a dar, si somos sólo un hombre
los dos en este viernes de tu nada.

Y siento en mi costado todo el frío,
y en tu abandono, a solas, hijo mío,
Toda mi carne en ti crucificada.






J. Miguel Ibáñez: Carne de la Pasión


Y el Verbo se hizo carne
carne de la carnicería de Auschwitz carne judía al por mayor
carne de las escuelas primarias GULAG de los hospicios carne
convertible en grasa comunista bajo la nieve carne
convertible en Iglesia del silencio de los archipiélagos
carne de la carnicería de Follies Bergere mire el escaparate
carne de lujo noches de París venta sólo al detalle
carne de los suicidas que aparecen con la primera luz
flotando boca abajo sobre los ríos de las capitales
carne de feto abortivo de primera calidad para la cosmética
carne de todos los mártires carne de Jesús que muere
en las sistemáticas persecuciones de los grandes imperios
carne de la ingeniería genética de los espíritus dolorosos
carne de la secreta KGB convertible en información secreta
carne publicada por la CIA desnuda en primera plana
carne de Jack el destripador y de sus prostitutas víctimas
carne de Herodes en celo carne del Bautista decapitado
por la carne de Salomé temblando bajo los siete velos
carne tomada por el cáncer la peste negra la nevada lepra
carne con dolor de muelas carne de la enfermedad mental
carne desintegrada por radiación atómica carne desaparecida
carne de perro carne de cañón carne de la flagelación
expandiéndose traslúcida solar libérrima por la inmensidad de
Dios.





Gabriela Mistral: "Al oído del Cristo"

¡Cristo, el de las carnes en gajos abiertas;
Cristo, el de las venas vaciadas en ríos:
estas pobres gentes del siglo están muertas
de una laxitud, de un miedo, de un frío!

A la cabecera de sus lechos eres,
si te tienen, forma demasiado cruenta,
sin esas blanduras que aman las mujeres
y con esas marcas de vida violenta.

No te escupirían por creerte loco,
no fueran capaces de amarte tampoco,
así, con sus ímpetus laxos y marchitos.

Porque como Lázaro ya hieden, ya hieden;
por no disgregarse, mejor no se mueven.
¡Ni el amor ni el odio les arrancan gritos!

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