viernes, 2 de mayo de 2008

Destino

El eco terminando desarmándose camino a través
después buscándose igual,
atrapado por un extraño deseo ajeno
seducido por el susurro oculto en el pasaje teñido de silencio,
buscando a diestra y siniestra entre escombros nuevos,
escuchando apenas la lluvia junto al mar,
jamás el deseo ajeno alumbrado tanto en el fuego


aureolas vinieron a escoger sus rastros,
vinieron a recitar la canción de los nonatos,
vinieron a dar falsa esperanza,
usurpar la respiración enlazada y tenue

Oh Hymen Hymeneo, ven Hymen Hymeneo

Alcanzaste en el liceo a serte abrazada por el primero
que del cielo no bajó que venía de antes haciéndole huifa
a sus novias hijas de madres rechonchas
de tantos inviernos de tantos garbanzos,
el hombre se quita el sombrero
y deja ver un brillo nuevo
dentro de su ojo más grande.
Un hombre tan abierto a tanta concha

tirado al fondo de sus aprehensiones
su séquito volátil envenena
el escaso ánimo que hasta hace nada
movía su espíritu hacia un lugar

Oh Hymen Hymeneo, ven Hymen Hymeneo

el terrible pensamiento se roba cada oración
se empina subtérraneo a volar
en las profundidades de la aurora,
orillea una tinaja vacía de sollozos,
un miembro abierto a tanta tonada,
mi propia persona pinta asustadizo
con las miradas los pasillos que las manos ni siquiera tocan,
pintan los pezones de una colegiala.

Oh Hymen Hymeneo, ven Hymen Hymeneo

difícilmente un chincol su magna matraca pudiese reprimir,
y alejarse en lo alto con el favonio a favor
el extraño y ajeno va
moviéndose febril en el fárrago de los pasillos
de aquella aurora,
fautora de tantos inviernos de tantas lluvias,
que con su séquito intonso envenena en vano
el recuerdo de aquel pasaje tañido con silencio


salido de las esquinas faucales donde un niño pisoteado pisotea
lo que las madres rechonchas cuidan como hueso santo.

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